De chico una vez en Entre Ríos saqué un pescado monstruoso, moteado, de aletas con púas que se abrían en abanicos. Es una vieja del agua, no se come, me dijeron y me lo hicieron tirar de vuelta al río. Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento de la ansiedad de las librerías, me topé con un libro que se llamaba "Vieja del agua". Era de Daniel Durand y hablaba de las vacaciones de su infancia cuando se quedaba sumergido en el río mirando una vieja del agua mientras afuera llovía y lo buscaban. Después conseguí "El cielo de Boedo" donde Durand, en el cuelgue de la flotación contemplativa, habla de los cielos cambiantes con sus desplazamientos de nubes. En el 2006 salió en la editorial Mansalva "El Estado y él se amaron", un volumen que reúne varios de sus libros de lo que él llama "El ciclo segoviano". Cuando hace unos meses Damián Riós me lo presentó a Durand en una lectura, le dije que aunque yo no era periodista tenía ganas de hacerle algunas preguntas. Me dijo que sí. Acá está el resultado.